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II.  Hacia un programa antirracista y antiimperialista

Al considerar nuestras opciones en el año 2000, nos enfrentamos a una situación internacional desalentadora. En el pasado la Izquierda antiimperialista norteamericana recibió ímpetu gracias a las condiciones internacionales revolucionarias; sin embargo, la situación actual (el colapso de los primeros experimentos socialistas, la debilidad de la Izquierda en la mayoría de los países y la hegemonía virtualmente indiscutible de Estados Unidos en el mundo moderno) crea un sentido de posibilidades históricas restringidas. Dentro del país, los electores potenciales predominante blancos, prósperos y con tendencias entre conservadoras y reaccionarias desean beneficiarse con el botín de la supremacía norteamericana, lo que refuerza una situación en la cual el "debate" electoral entre los dos partidos proimperialistas, como nunca, ha sido más limitado y se ha basado en suposiciones más comunes. Independientemente del plan que los contendientes apliquen, es muy probable que sea una variación de los mismos objetivos estratégicos imperialistas: estabilizar el sistema para que perdure el mayor tiempo posible, mantener a Estados Unidos en su posición de liderazgo y consolidar el consenso de los dos partidos para tener un imperio que prevenga el desarrollo de una resistencia de Izquierda antiimperialista.

Debido a que las directrices electorales presentan circunstancias desfavorables, actualmente no existe la posibilidad de que haya una mayoría electoral antirracista y antiimperialista. Por eso hemos optado por dar prioridad a la organización de las luchas de las masas colocándolas, siempre que es posible, en un contexto internacional para así retar directamente a las corporaciones y el gobierno, y por eso hemos sido precavidos en cuanto a las propuestas para participar en una lucha por el poder dentro de un sistema electoral en el que las clases y los estratos más privilegiados debaten acerca de cómo repartirse el botín. No obstante, no es contradictorio entender la índole fundamental no democrática del sistema electoral y a la vez optar por participar en las campañas electorales para ejercer el "derecho" a votar o para alentar a otros a hacerlo.

De hecho, han ocurrido importantes coyunturas en la historia estadounidense en que ha sido mucho lo que ha estado en juego en las elecciones y en las que la Izquierda, independientemente de su fortaleza, podía ver las diferencias que justificaban su intervención apoyando a partidos y candidatos específicos. Entre dichas situaciones que se relacionan con la presidencia se incluyen:

  • Los Republicanos Radicales y la Reconstrucción en el período posterior a la Guerra de Secesión durante el cual los capitalistas liberales, los norteños que se oponían al feudalismo, los esclavos liberados y algunos trabajadores blancos pobres formaron una coalición progresista para mantener las tropas federales en el Sur del país y hacer obedecer las 13ª, 14ª y 15ª enmiendas.
  • La coalición progresista de la política económica del New Deal de Franklin Delano Roosevelt con la Izquierda, los comunistas y los sindicatos laborales dentro de Estados Unidos, y el frente internacional unido en contra del Fascismo (en particular el de la Alemania nazi y el Japón las fascistas de Italia), incluida la alianza táctica con la Unión Soviética.
  • El reto del Partido Demócrata de la Libertad de Mississippi a los demócratas en 1964.
  • La campaña de McGovern en 1972 que fue explícitamente a favor de los derechos civiles y en contra de la guerra en Vietnam y que también retó a algunas de las fuerzas más reaccionarias del partido Demócrata.
  • La insurgencia de Jesse Jackson/Rainbow Coalition (Coalición Arco Iris) dentro del partido Demócrata en 1984 y 1988.
  • La campaña de Clinton en 1992, en la que un demócrata centrista trató de bloquear 12 años continuos de control republicano ultraderechista y el peligro de que la presidencia quedara permanentemente en manos del partido Republicano.

Pero en la situación actual, los dos partidos proimperialistas se encuentran en posiciones muy semejantes en sus estrategias excesivas y, como argumentaremos más adelante, Nader y el partido Verde han sido afectados negativamente por una patriotería terminal de gente blanca. Por lo tanto, independientemente de cómo optemos por ejercer nuestro voto basándonos en una evaluación de los aspectos en juego, no estamos proponiendo que éste sea el momento en la historia que justifique que la Izquierda apoye activamente a algún partido o candidato.

Nuestro enfoque táctico, en cambio, se concentra en utilizar la política electoral para luchar por la expansión de los derechos y exponer a la vez tanto el racismo estructurado como la bancarrota moral del sistema electoral, además de profundizar el entendimiento de todos los participantes sobre la forma en que opera el imperialismo. Creemos que esto se puede lograr retando a quienes desean ser elegidos con reivindicaciones específicas que pueden alcanzarse simultáneamente bajo el supuesto sistema de gobierno de "derechos democráticos" y que son dolorosas para la economía política del imperialismo norteamericano. Como se mencionó anteriormente, en el SDP nuestras opciones más importantes han sido pelear en contra de la reducción de servicios del MTA, poner recursos en la huelga de los choferes de autobuses, formular demandas para que otras fuerzas en Estados Unidos puedan presentarlas ejerciendo presión en todos los partidos principales y explorar tácticas con las que los movimientos sociales con reivindicaciones específicas puedan tratar de encontrar puntos de influencia en la campaña electoral. Entre dichas campañas se incluyen Free Mumia, terminar el castigo racista que es la pena de muerte y las tres demandas principales del SDP: 1) el gobierno federal—Hacer cumplir el Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y el Decreto de Consentimiento de Derechos Civiles del Sindicato de Pasajeroses; 2) el gobierno federal—Poner una moratoria en todos los fondos federales para los proyectos de trenes en Los Ángeles; y 3) el MTA—Asignar mil millones de dólares para adquirir y operar 1,000 autobuses nuevos para los pasajeros de las minorías que los utilizan en la ciudad. Para avanzar este propósito, el documento del Grupo de Demandas del Programa del Strategy Center Towards a Program of Resistance se concentra en seis categorías de retos a las prácticas de las instituciones del imperialismo estadounidense:

    1. Responsabilidad por las intervenciones en todo el mundo.

    2. Responsabilidad por la opresión nacional y el racismo en Estados Unidos.

    3. Responsabilidad por la subyugación de las mujeres en todo el mundo y en Estados Unidos.

    4. Responsabilidad por la degradación del medio ambiente y la destrucción de la salud pública.

    5. Responsabilidad por los ataques en contra de la asistencia social en Estados Unidos.

    6. Responsabilidad por la denegación de derechos en el ámbito internacional y nacional.

En el documento se plantean demandas estratégicas y reivindicaciones específicas de campaña en cada una de las categorías con el fin de crear una línea de fondo programática de la cual los organizadores y activistas puedan proseguir hacia cuestiones de estrategias y tácticas. A continuación se listan diversas demandas específicas de campaña para ayudar a encuadrar nuestro enfoque en la evaluación de los candidatos a quienes presentaremos retos.

  • El gobierno norteamericano—terminar con la explotación de los pueblos indígenas y la destrucción de sus tierras.
  • El gobierno norteamericano, los países del Grupo de los 7 y sus diversos organismos internacionales dominados por Estados Unidos—cancelar sin condiciones toda la deuda del Tercer Mundo.
  • El gobierno norteamericano—abrir las fronteras, permitir el libre tránsito de inmigrantes, abolir el INS (Servicio de Inmigración y Naturalización).
  • El gobierno federal y los gobiernos estatales de Estados Unidos—liberar los "U.S. Dos Millon" permitiendo salir de prisión a todos los súbditos coloniales indígenas, negros, asiáticos/de las islas del Pacífico y latinos; subvencionar servicios bajo el control de la comunidad para la educación, eliminación de toxicidad y colocación en empleos.
  • El gobierno y las corporaciones norteamericanos—cambiar radicalmente todas las políticas que fomentan, explícita o tácitamente, la explotación excesiva de la mujer, el tráfico de mujeres (en particular en las bases militares estadounidenses) y los actos de odio y violencia en contra de ellas.
  • El gobierno norteamericano—restablecer la Asistencia a las Familias con Hijos Dependientes y garantizar empleos o ingresos, cuidado de niños gratuito, transporte y atención médica.
  • El gobierno norteamericano—implementar la política de cero tolerancia en lo relativo a sustancias carcinógenas; prohibir a corporaciones estadounidenses y el Pentágono la fabricación, uso y distribución de una lista específica de sustancias tóxicas y carcinógenos conocidos.
  • El gobierno norteamericano—convertir en un delito penal el racismo ambiental y la degradación del medio ambiente que practiquen corporaciones estadounidenses.
  • El Congreso norteamericano—incrementar y expandir, en lugar de reducir o eliminar, los impuestos por regalos y herencias, y destinar esos fondos para el  subsidio de programas de asistencia social.
  • El gobierno norteamericano—nacionalizar y subvencionar toda la atención médica de manera que todos los residentes, independientemente de su situación migratoria, los prisioneros inclusive, reciban atención médica gratuita igualitaria.
  • El gobierno norteamericano—apoyar y facilitar los derechos básicos de autodeterminación tanto de las poblaciones negra, latina y asiática como de los pueblos indígenas de Estados Unidos, incluido el derecho de concebir propuestas electorales para la representación política.

Es desde la perspectiva de esta lucha por las reivindicaciones que evaluamos a la campaña electoral y a los candidatos a presidente de Estados Unidos, el líder del imperialismo norteamericano.

 

 

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